miércoles, 21 de marzo de 2012

¿Cuál es la fe verdadera?

Marcos 5. 25-34

Introducción
La fe es la confianza de que se cumplirá lo que deseamos, a pesar de que no lo veamos de manera palpable. O a pesar de que haya muchos factores que harán que lo que deseamos hacer o ver cumplir, no se cumpla o pase, pero por encima de eso lo confiamos, porque tenemos la esperanza latente de que eso cumplirá.

Salimos de nuestra casa al trabajo, sobrepasando los obstáculos y los temores. Tenemos que vencer el temor, por ejemplo, de que nos asalten o que un vehículo nos choque. Que cuando abordemos el transporte público se nos ensucie la ropa. Que tengamos problemas con el automóvil, o que tengamos un accidente.

El hecho es que salimos hacia nuestro destino confiando en que podremos llegar, y llegar sin ningún tipo de inconveniente. Eso es fe, la esperanza que tenemos en que se cumplirá lo que deseamos.

Orientado a Dios, la fe es la confianza en que Dios es fiel para cumplir las promesas que ÉL nos ha hecho en su Palabra.
Hoy estaremos hablando acerca de lo que la fe verdadera produce en nosotros.

La verdadera fe es:

I- La que nos mueve a la acción.
“…cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto”. (27)

Aquella mujer estaba decidida. El texto nos dice que ella había gastado todo lo que tenía en médicos para sanar su condición de salud, pero nada le había dado resultado, por el contrario, le había ido peor. Aquella mujer se encontraba frustrada, desesperada, y en Jesús había encontrado una esperanza, porque ella había escuchado de El, de su amor, de su bondad y de su poder, por eso ella no vaciló, ni dudó; su fe en Jesús la llevó a la acción. Ella fue directamente donde estaba la solución de sus problemas, ella fue directamente al Salvador.

Muchos dicen tener fe, tergiversando así, la fe verdadera. Hay quienes piensan que la fe verdadera es meramente conocer por concepto a Jesús, pero esa fe no es suficiente para que Dios obre.

Dice la Biblia que los demonios tienen fe y tiemblan... (Santiago 2.19).
Aquella mujer había escuchado de Jesús, ella sabía que El era poderoso para hacer de lo imposible algo posible, pero ella no se quedo de brazos cruzados, filosofando acerca del poder de Cristo, ella fue donde El estaba e hizo evidente su fe en El, diciéndose así misma: “si tan sólo tocare su manto, seré sanada” (v. 28). Su fe en Cristo la movió a la acción.

*Frase: “La fe no es solo creer. Creer es pasividad. La fe es acción”. Edith Hamilton
• Ilustración de la Silla

II- La que nos impulsa a adorar.
“Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él…”. (33)

El efecto que produjo el milagro que en aquella mujer había sido hecho por nuestro Señor Jesús, fue temor. Es el temor reverente que viene cuando sabemos lo Poderoso y Majestuoso que es Dios, y lo vil que somos nosotros.

Ese temor la llevó a postrarse, a humillarse, a ponerse de rodillas delante de nuestro Señor Jesús, en señal de adoración.

El milagro que en ella había sido hecho, no produjo una actitud de ingratitud, ni de orgullo, pues ella sabía que Jesús no estaba obligado a sanarla de aquella enfermedad, ni que ella se merecía ese favor valioso de parte de El. Pero, al Jesús sanarle de su condición, eso produjo en ella una actitud de adoración.

La adoración es una actitud que nos lleva a estar postrados ante la presencia de nuestro Dios constantemente. No es algo que simplemente evidenciamos en el tiempo de cánticos y alabanzas en el culto. Esto es así, porque todos nosotros debemos estar agradecidos de todo lo que Dios es, y de todo lo que El ha hecho y hace por nosotros día a día.

Jesús es Dios Todo poderoso, nuestro Señor y Salvador, El murió en nuestro lugar sin merecerlo, nos salvó por su gracia, y eso debe producir en nosotros, un anhelo de adorarle y servirle que se evidencie en toda nuestra vida. En los detalles “más insignificantes de nuestras vidas”.

La salvación es el milagro más grande que Jesús ha hecho por nosotros, y por ello, nosotros debemos vivir sólo para ÉL. Él nos ha comprado con su sangre, nosotros ya no nos pertenecemos a nosotros mismos. Él nos ha comprado con su sangre, y ahora nosotros vivimos sólo para Él. (1 Co. 6.20)

Aquella mujer no sólo se postró, sino también que confesó con su boca todo lo que había pasado.

III- La que nos lleva a testificar.
“Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad”. (33)

Aquella mujer había sentido de una manera inmediata la sanidad que nuestro Señor había ejecutado en ella, y la pregunta de Cristo: “¿Quién ha tocado mis vestidos?” (v. 30), produjo en aquella mujer, temor. Fue una pregunta retórica, pues como Dios, Jesús sabía exactamente todo lo que había sucedido. Pero la pregunta de Jesús, abre la oportunidad para que la mujer testifique acerca de todas las dinámicas de su vida, lo mucho que ella había sufrido a causa del flujo de sangre, del trauma que le había producido gastar todo lo que tenía, el tener que someterse a muchos médicos, a diferentes tratamientos y procedimientos frustrantes y dolorosos, y en vez de ver resultados positivos, todo lo contrario, ver cómo su condición de salud empeoraba.
La pregunta de nuestro Señor Jesús, no sólo abrió la oportunidad de que los que estaban allí presentes, escucharan todo lo que aquella mujer había pasado a causa de su enfermedad, sino también, de cómo ella decidió ir a Jesús, tocar su manto, porque ella estaba convencida de que con tan sólo rozar su manto, de Jesús saldría poder tal, capaz de sanarla de su enfermedad. ***Y claro está, todo esto fue principalmente para que el Señor sea exaltado y glorificado.

Hemos visto que la fe verdadera, no sólo nos lleva a la acción, a ir directamente a buscar la ayuda y el respaldo de nuestro Señor Jesús. La fe verdadera no simplemente nos lleva a adorarle, a vivir postrados constantemente delante de su presencia, sino que también, implica dar testimonio de las cosas que nuestro maravilloso Señor ha hecho, y hace cada día en nuestra vida, comenzando con la salvación incomparable con la que nos ha salvado.

¿Cómo puedo vivir la fe verdadera?
1. Acude a Cristo en todo tiempo en oración.
2. Adora a Cristo en todo tiempo.
3. Testifica de Cristo a los demás.

**Reto para concluir
Podría ser: ¿Qué estás haciendo para que tu fe y dependencia en el Señor aumente?
¿Estás enseñando y predicando el Evangelio de Cristo, lo que Él hizo por ti?

martes, 20 de marzo de 2012

¿Autor de la creación?


Juan 1:1-3
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Colosenses 1:15-17
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.”

Al principio de ambos pasajes, Pablo y Juan describen a Cristo como Dios mismo, dándonos a entender que si  Cristo es el mismo Dios del que se habla en el antiguo testamento, entonces posee los mismos grandiosos atributos del Señor mismo como su  omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia, entre otras cualidades que nos dejan bien claro, nos hace despejar toda duda de que Cristo (Dios mismo) es el autor principal de toda la creación como indican los versículos siguientes a esta introducción. Cristo no fue creado, como algunos afirman, Jesús es el Gran YO SOY, creador de todo lo que hay en el universo y sus complejidades.

 En el desarrollo de los pasajes Pablo da más detalles de lo que Juan generaliza, “Todas las cosas por él fueron creadas” esto es suficiente para nosotros entender pero para hacer un énfasis mayor y apartar toda nube de incertidumbre, Pablo hace referencia a que cosas fueron creadas “las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades”. Jesús no es solamente el  autor de las cosas que hay en los cielos sino también de todo lo que hay en la tierra  por lo cual la tierra es una manifestación de su grandeza, de su poder y gloria dejando fuera de lugar teorías como la de “generación espontanea” que indica que los organismos tuvieron su origen de la materia no viva, es decir que simplemente aparecen “espontáneamente” en forma de vida al mundo.

No solamente es el autor, es el dueño de la creación, “todo fue creado por medio de él y para él” todo lo creado le pertenece al Señor de Señores, todo cuanto tenemos, lo que vayamos a obtener fue creado para Él y en su gracia el nos lo ha dado, pero no como un regalo desprendido para que hagamos lo que se nos plazca  sino para bien administrarlo.

Para finalizar, Jesús No solamente es el dueño, es el motor principal que hace funcionar la creación, “todas las cosas en él subsisten”, todo está bajo su control, la creación ha permanecido hasta el día de hoy gracias a Él; no hemos sido consumidos por su misericordia, los que le han reconocido como autor de la creación, dueño de sus vidas, como el motor que los mueve y guía por el sendero correcto  y como el salvador de sus almas; le han reconocido así enteramente por su gracia.